La vivienda en España.

¿Hogar, dulce hogar?
Por Juan Berrocal

Hace varías décadas en España, para tener una hogar donde vivir con la familia, era costumbre construir o adquirir una vivienda en propiedad. Quién podía, compraba la vivienda directamente a la promotora y mediante un préstamo hipotecario iba pagando mes a mes al banco. Otras personas compraban un solar y después, según sus posibilidades, construían la vivienda en pocos meses o varios años. Históricamente era muy común que las instituciones promovieran viviendas de protección oficial para las personas y familias más desfavorecidas, las cuales pagaban una cantidad mensual muy reducida por la casa. El alquiler de una vivienda era una opción minoritaria que algunas familias escogían para vivir en una casa.
El precio de la vivienda en relación con los ingresos de las personas, tenía cierta estabilidad, se dedicaba una parte del sueldo a pagar la hipoteca y otra para cubrir las necesidades alimentarias y gastos de la casa. La mayoría de quienes se hipotecaban, evitando caprichos innecesarios, podían llegar a fin de mes con cierta holgura y tras una jornada laboral regresaba a su dulce hogar para estar con su familia.
Entre los años 1997 y 2007 llegó la “burbuja inmobiliaria” por el boom de la construcción y las bonanzas económicas del momento, que hicieron que los precios sufrieran subidas desmesuradas, donde vendedores e intermediarios especulabán con los precios de las viviendas, los bancos concedián hipotecas a la ligera y la gente compraba viviendas dedicando un porcentaje muy elevado de la nómina al pago de la hipoteca. Era una locura, las promociones de viviendas se vendían como rosquillas y los precios aumentaban en pocos días miles de euros. Un piso que en 1996 costaba 50.000, en 2007 se vendía en 150.000 euros. Tanta especulación con el ladrillo provocó que a principios de 2008 desembocara en la “crisis económica española”.
Desde entonces todo cambió a peor, la demanda de vivienda cayó en picado, muchas constructoras y promotoras fueron a la quiebra dejando un parque enorme de viviendas sin vender, mucha gente con hipoteca no pudieron pagar las cuotas debido a la pérdida de sus empleos, lo que les llevó al desahucio y quedarse sin hogar por impagos al banco.
A raíz de la crisis los precios de las viviendas comenzaron a bajar, muchas procedentes de promotoras o embargadas salían a la venta a precios más asequibles; pero la mayoría de la gente no tenía acceso a la financiación debido a empleos temporales o sueldos que eran insuficientes para la adquisición de una casa.
Este nuevo panorama tras la crisis ha dado lugar a que muchas personas y familias opten por alquilar una casa o habitación que esté entre sus posibilidades económicas, peros otras muchas han decidido entrar de “okupas” en las casas. Algunas entran en pisos que están sin vender, pero otras entran en propiedades de gente que por algún motivo salieron de sus casas momentáneamente, dando lugar a la pérdida temporal de esos hogares que tanto sacrificio les costó comprar. A día de hoy los hogares no solo están expuestos a robos de ladrones, sino que existe la posibilidad que sean ocupadas por gente ajena a la propiedad, haciendo que los verdaderos dueños de la casa tengan que luchar en los tribunales para defender lo que es suyo. Es lamentable que no exista un amparo legal inmediato que frene este fenómeno tan despiadado con las familias que son las verdaderas propietarias de su vivienda.
En este nuevo milenio más de un tercio de los jóvenes españoles viven en casa de sus padres. Lo tienen muy dificil para comprar o alquilar una vivienda, no solo por la falta de oportunidades laborales, sino que el mercado inmobiliario está otras vez en alza, con subidas continuadas del precio de los pisos debido principalmente al auge de las viviendas turísticas y el aumento de inversores que compran edificios para alquilar casas a los millones de personas que no pueden comprar una vivienda en propiedad.
Las instituciones deberían contemplar medidas correctoras que regulen esta nueva situación.

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